lunes, 15 de septiembre de 2014

Paramahansa Yogananda: Amor Conyugal

Paramahansa Yogananda


Amor Conyugal




En su expresión más idealizada, el amor conyugal puede ser una de las expresiones
del amor humano más grandes. Jesús dio a entender esto cuando dijo: ‘Por esta razón el
hombre deberá dejar a sus padres y unirse a su mujer.’*
Cuando un hombre y una mujer se
aman pura y genuinamente el uno al otro, hay una completa armonía entre su cuerpo, su alma
y su mente. Cuando su amor se expresa en su estado más elevado, tiene como resultado una
perfecta unidad. Pero este amor también tiene su parte mala; puede ser contaminado por el
abuso del sexo, que eclipsa el amor divino. La naturaleza ha dado una gran fuerza al impulso
sexual, para que así la creación siga su curso; por consiguiente, el sexo tiene una parte en la
relación entre hombre y mujer. Pero si convierte en el factor dominante, el amor desaparece
por completo y en su lugar aparecen la posesividad y el abuso y la pérdida de la amistad y la
comprensión. Aunque la atracción sexual es una de las condiciones bajo las cuales nace el
amor, el sexo por sí solo no es amor. Sexo y amor están tan separados como el Sol y la Luna.
Solo cuando el verdadero amor es lo más importante en la relación, el sexo se convierte en una
forma de expresar ese amor. Aquellos que se preocupan demasiado del sexo fracasan en su
intento de encontrar una relación conyugal satisfactoria. Es mediante el autocontrol que
evitamos que el sexo sea la emoción dominante. En este mundo moderno,
desafortunadamente, el amor es casi siempre destruido por poner demasiado énfasis en la
experiencia sexual.
Aquellos que practican una moderación natural - no forzada - en su vida sexual
desarrollan otras cualidades en la relación marido-mujer: amistad, comprensión, amor mutuo.
Por ejemplo, Madame Amelita Galli-Curci** y su marido, Homer Samuels, son los mayores
amantes que he conocido en Occidente. Su amor es bello porque practican estos ideales de los
que he hablado. Cuando se separan por un corto período de tiempo, están deseando volver a
encontrarse, de estar en compañía del otro, de compartir sus pensamientos. Viven el uno para
el otro.
La relación entre Ella Wheeler Wilcox*
y su marido es otro bello ejemplo de amor
conyugal. Mr. John Larkin, un discípulo mío que les conocía bien me dijo que nunca había visto
algo como su amor. Me dijo: ‘Cada vez que se encuentran es como si experimentasen de
nuevo la alegría de la primera vez. Eran devotos el uno del otro. Durante tres años después de
la muerte de su marido, su pensamiento constante era el de reunirse con él. Ella murió
pronunciando el nombre de su esposo.’
Encontré un hombre de similar generosa devoción en este país. Amaba tan
profundamente a su mujer, que su amor por ella se transformó en amor divino. Después de
morir ella, él erró durante años intentando encontrarla. Al final lo consiguió, halló a Dios a
través de su amor hacia ella. Esta es la historia que me explicó: En sus viajes después de la
muerte de su esposa buscó a un santo en los Himalayas. Persuadió al santo hombre para que
prometiera iniciar espiritualmente a él y a su esposa. Después de prometerlo, el santo preguntó
dónde estaba su esposa. El marido le dijo que estaba muerta. El santo, no obstante, mantuvo
su promesa. Instruyó al hombre en la meditación y empezó a invocar la presencia de su
esposa. Entonces los dos se sentaron juntos y recibieron la iniciación por parte del santo.
Después de eso, el hombre les bendijo y ella partió. A partir de ese momento, el marido se dio
cuenta de que lo que consideraba la amada forma de su esposa era en realidad una
manifestación individualizada de la conciencia de Dios - como cada ser humano. El verdadero
significado del amor divino, que es el responsable de cada relación ideal, le fue revelado. La
suya fue una experiencia única y real.
Pero el amor conyugal es engañoso, y muchas personas dejan este mundo con el
corazón insatisfecho. Ellos no han buscado el amor conyugal por el camino correcto. Atraídos
por el aspecto físico, buscan un compañero del alma en un cementerio de bellas formas, sin
pensar que dentro puede haber un demonio. No condeno al hombre y la mujer por responder a
la ley divina de la atracción; condeno la perversión de esa atracción a través de la lujuria. Cada
hombre que ve a la mujer como un objeto de deseo y que usa a las mujeres para satisfacer su
lujuria se está autodestruyendo: el continuo abuso del sexo perjudica el sistema nervioso y
afecta al corazón, destruyendo eventualmente el amor y la felicidad. La humanidad debe darse
cuenta de que la naturaleza básica del alma es espiritual. Para un hombre y una mujer, verse el
uno al otro como un medio de satisfacer el deseo es como buscar la destrucción de la felicidad.
Lentamente, poco a poco, la paz mental desaparecerá.
El abuso del sexo es comparable a conducir un coche sin aceite; el cuerpo no puede
aguantarlo. Cada gota de esencia vital perdida es el equivalente a la pérdida de ocho gotas de
sangre. Pero el punto importante a recordar es aprender a controlarse - la mera supresión
puede ser perjudicial.
El hombre y la mujer deben verse el uno al otro como un reflejo del Divino. Es muy
bonito cuando el marido llama ‘madre’ a su mujer, o cuando ella llama le ‘padre’. Cada mujer
debería ver al hombre como un padre. Mi actitud hacia las mujeres es la misma que hacia una
madre. A mis ojos no es una mujer, sino una expresión de la Madre Divina a la cual veo
hablándome a través de una mujer.
Las mujeres no deberían luchar por atraer al hombre con su atractivo físico. Uno
siempre debería parecer arreglado, y no es malo querer ser atractivo, si se hace con buen
gusto. Pero es erróneo intentar atraer a propósito al sexo opuesto mediante la atracción sexual.
La atracción entre el hombre y la mujer debe surgir del alma. Aquellos que tienen autocontrol
tienen mejores oportunidades para atraer a la pareja correcta. Muchas chicas han venido a
quejarse de que los chicos quieren tener relaciones sexuales primero o no quieren saber nada
de ellas. La experiencia sexual es ruinosa para los jóvenes.
En la India, la gente joven nunca se toca o se besa antes del matrimonio. El amor llega
primero. Eso es lo ideal. Cuando dos personas sienten una atracción incondicional por el otro y
están dispuestos a sacrificarse por la pareja, están realmente enamorados. Solo entonces
están preparados para una relación íntima de matrimonio. La posesividad por sí sola no
resultará. Cuando un miembro del matrimonio intenta controlar al otro, muestra una gran falta
de respeto y amor. Pero cuando expresan su amor en el continuo pensamiento de la felicidad
del otro, se convierte en amor divino. En una relación como esa vemos parte del Divino Señor.
Muchas esposas acuden a mí y dicen ‘Mi marido no quiere que me interese por las
cuestiones espirituales.’ Esto es extremadamente egoísta. Si la esposa está intentando ser más
espiritual, el marido debería cooperar. El no la perderá; por el contrario, él recibirá una parte de
su virtud. Lo mismo puede aplicarse a la esposa. Lo mejor que puede desear un marido o una
esposa por el cónyuge es la espiritualidad, ya que el descubrimiento del alma lleva consigo las
cualidades divinas de la comprensión, la paciencia, el amor. Pero cada uno debe recordar que
el deseo de crecimiento espiritual no puede forzarse en el otro. Vive el amor y tu bondad
inspirará a todos tus seres queridos.
Después de unos pocos años de matrimonio, miles de maridos y mujeres se preguntan:
‘¿Dónde ha ido nuestro amor?’ Ha sido quemado a causa del abuso del sexo, el egoísmo y la
falta de respeto. Cuando esas cualidades entran en la relación, el amor se convierte en
cenizas. La mujer se enfada con el hombre cuando este trata de controlarla o cuando ella cree
que la ha olvidado. De cualquier forma, el insulto es una de las peores cosas que pueden pasar
en la pareja. Dicen que una lengua de siete centímetros de una mujer puede matar a un
hombre de dos metros. Cuando el hombre y la mujer se maltratan el uno al otro destruyen la
felicidad de estar juntos. El hombre debería intentar ver a Dios en la mujer y ayudarla a ser
consciente de su naturaleza espiritual. El debería hacer notar a ella que no está simplemente
para satisfacer sus deseos sensuales, sino que es una compañera a quien él respeta como una
expresión del Divino. Y la mujer debería ver al hombre del mismo modo. Otra actitud
equivocada es la de temer al sexo opuesto; una aversión anormal, así como una atracción
anormal es una actitud malsana. De mi maestro Swami Sri Yukteswarji*
, aprendí a ver a la
mujer no como un instrumento creado para la destrucción moral del hombre, sino como una
representación de la Madre Divina. Si el hombre ve a la mujer como un símbolo de la Madre, él
encontrará una protección como no la ha hallado nunca. A través de la gracia divina, he sido
capaz de cambiar la conciencia de muchos hombres y mujeres con este pensamiento espiritual:
cada hombre debería ver a la mujer como un símbolo de la Madre del universo, y cada mujer
debería ver al hombre como una encarnación del Padre del universo. Cuando estas personas
abandonaron mi presencia, sintieron que la Madre divina y el Padre celestial habían hablado a
través de mí, porque me dirigí a ellos desde esa conciencia divina.
Me gustaría saber si existiría el amor conyugal si no hubiera atracción sexual. Las
personas normales no tendrían capacidad para sentir amor, pero aquellos que están
espiritualmente desarrollados podrían, por que no están atados a los pilares del sexo. Aquellos
que han cultivado las cualidades de su alma saben que el sexo no tiene nada que ver con su
verdadero amor. Si desarrollas el verdadero amor de tu alma, empezarás a ver algo del Divino.
Jesucristo manifestó ese amor, que es puro y grande y maravilloso. Este amor halló también
expresión en la vida de muchos santos.

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